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dijous, d’abril 17

La vida del periodista




Ho he tret del llibre El político y el científico, de Max Weber:

La vida del periodista, por el contrario, es azarosa desde todos los puntos de vista y está rodeada de unas condiciones que ponen a prueba la seguridad interna como quizás no lo hace ninguna otra situación. Y tal vez no sean lo peor de ella las experiencias frecuentemente amargas de la vida profesional. Son precisamente los periodistas triunfantes los que se ven situados ante retos especialmente difíciles. No es ninguna bagatela eso de moverse en los salones de los grandes de este mundo, en pie de igualdad con ellos y, frecuentemente incluso, rodeado de halagos, originados en el temor, sabiendo al mismo tiempo que apenas haya uno salido, tal vez el anfitrión tenga que excusarse antes sus demás invitados por tratar a los "pillos de la prensa". Como tampoco es ciertamente ninguna bagatela la obligación de tenerse que pronunciar rápida y convincentemente sobre todos y cada uno de los asuntos que el "mercado" reclama, sobre todos los problemas imaginables, eludiendo caer no sólo en la superficialidad absoluta, sino también en la indignidad del exhibicionismo con todas sus amargas consecuencias. Lo asombroso no es que haya muchos periodistas humanamente descarriados o despreciables, sino que pese a todo, se encuentre entre ellos un número mucho mayor de lo que la gente cree de hombres valiosos y realmente auténticos.

dimarts, de juliol 3

Polítics groupies



Divertida la crònica de Ramon de España sobre la presentació a Barcelona de la pel·lícula de Woody Allen, envoltat de "polítics entregats". Aquí la teniu:

Autoridades en la hierba

¿En qué se parece una rueda de prensa de Mediapro a las de algunos partidos políticos? En que no se aceptan preguntas. Bromas aparte, la magna concentración de medios de comunicación ayer por la tarde en los jardines del hotel Miramar es de esas cosas que uno, francamente, no acaba de entender. En ausencia de los protagonistas de su nueva película, Woody Allen se limitó a soltar un breve y cansino monólogo acerca de lo mucho que le gusta Barcelona, del inmenso talento de todos esos actores y técnicos españoles cuyos nombres ignora y de cómo lo rodado aquí será su carta de amor a nuestra hermosa ciudad. O sea, un cúmulo de vulgaridades bienintencionadas cuyos principales receptores eran, tal vez, esos políticos que le rodeaban y que, a falta de Javier Bardem, Scarlett Johansson y Penélope Cruz, se convirtieron en las estrellas de la velada.
Su proliferación era tema muy comentado entre toda la gente con la que uno se cruzaba por los jardines del Miramar. ¿Impresión más generalizada?: la de que, entre todos, estamos haciendo el cateto que da gusto con la presencia de Woody Allen en Barcelona. ¡El hombre solo pretende rodar una película! ¿Es preciso aplicarle ese tratamiento de santo laico venido de allende los mares a bendecir nuestra querida ciudad?
Pase con la presencia de Josep Huguet: alguien le tiene que explicar a Woody el hecho diferencial catalán (que, sin duda alguna, le interesa sobremanera). Es muy probable que Xavier Trias, eterno aspirante convergente a la alcaldía, tuviera la tarde libre. ¿Pero era necesaria la asistencia a un acto tan inane del conseller de Cultura y de la ministra del ramo a nivel español? Ya puestos, ¿alguien se explica la ausencia de las autoridades religiosas y militares? ¿Tenía su majestad don Juan Carlos una buena excusa para no acudir a la merendola de Jaume Roures?
En fin, como allí no había mucho más que hacer que escuchar los discursos de los políticos (que Allen encajaba, cual incomprensible ruido de fondo, con la mirada clavada en el suelo y las manos en los bolsillos), esquivar la solanera y pillar algún canapé, la gente (entre otros, Carles Flavià, Mercedes Sampietro, Paco Mir, Mikimoto o Manuel Huerga) deambulaba con cara de no saber para qué se les había convocado. Y la prensa, sin derecho a hablar, grababa y escribía en silencio, aparentemente ajena a la evidencia de que en ese marco incomparable no había la menor noticia.